Mundial de Escritura 2: Día 6

Ana Carolina de Dobrzynski ✨
3 min readJun 6, 2021

Consigna: Alguien que se dirige con prisa a un lugar pero algo imprevisto sucede y tiene que frenar y esperar contra su voluntad. En esa espera algo captura toda su atención y se abre la posibilidad de un desvío. ¿Llegará el protagonista a destino?

Parada en la puerta del bar mentí sobre mi edad para poder entrar y una vez adentro asumí una personalidad nueva, involuntaria, invocada por un número imaginario en mi fecha de nacimiento. Lejos, muy lejos de mí y a la derecha de un parlante ubiqué tu perfil, idéntico, intacto desde la última vez que la inercia del mundo nos encontró en este mismo lugar un tiempo atrás. Tracé una ruta en línea recta, sólida y filosa para partir al medio el ambiente decorado de humo, y una oscuridad en colores aleatorios que recortaban los márgenes de cuerpos ligeros sacudiéndose a ciegas. Tu voz llegó a mi mente desde el fondo de un recuerdo cercano: era un llamado, una determinación, tan clara como hipnótica ubicó mi cuerpo en la dirección correcta. Abierto mi paso entre la masa frenética recordé esos barcos en los documentales viejos de la televisión, enormes y pesados rompiendo el hielo que se extiende cuando se navega cerca de los polos.
De pronto una mano extendida. No era la mía, no era la tuya. Un movimiento automático me encontró acercando mis dedos a su palma y un sonido, más fuerte que tu voz llamándome, me dio también un nuevo nombre que imantó mis extremidades hacia un cuerpo que no conocía. Sentía bajo los círculos irregulares de nuestros giros el hielo fragmentarse y el rumbo, el que se supondría debía unirnos, iba desdibujándose al tiempo de un imprevisto meteorológico. Cuando preguntó por mi apellido, mientras acomodaba mis antebrazos sobre su espalda helada y húmeda, cayó despacio como cae la nieve un silencio que despejó tu voz que no había callado nunca. Despacio también di un paso hacia atrás y desvíe mis ojos, que posaban en un rostro inclasificable, para devolverlos a la lejanía de tu perfil y descubrí de nuevo la razón que me llamaba.
Regida por una identidad deforme avancé hacia donde debía. Rezando en voz baja pedí que me reconocieras. Vení a buscarme, habías dicho, y yo, con la imagen clara de una noche borrosa entré en el mapa que me habías dictado para sacarnos de ahí. Eclipsó el brillo suave de las luces que me conducían a tu paradero, como la pasarela sobre la que aterrizan los aviones, un astro opaco, plano, y se dirigía hacia mí sin ceder el vaivén desconcertante de su baile. Directas sus manos sobre mi mandíbula, miraba fijo mi rostro mientras tu voz, fusionándose con ese extraño sonido al fondo de la escena, pronunciaba todos los idiomas que no conocía. Envuelta sobre mí como un tornado, abrazada por una piel extraña y distante, me vi tomando una cintura que podría haber sido cualquiera. No era la mía, no era la tuya. Cuando preguntó por mi procedencia inundó mi mente, como una tormenta eterna, la imposibilidad de hablar mi propia lengua y de nuevo ese silencio, que cayó como una cascada por la curva de mi nariz.
Sequé mi rostro con partes de un cuerpo indeciso, indiferente, que aún me pertenecía pero sin ser el mismo y bajo el dominio de sonidos exigentes se movía por la voluntad de retomar el camino original. Yo te escuchaba con una claridad imposible, tu voz era nítida como un iceberg, como las figuras que componían tu perfil nunca tan cerca en la infinidad del espacio. Próxima a mi línea de llegada intenté alcanzar tus bordes y con un ardor en los tobillos recordé transparentes las aguavivas en las costas del sur, mientras con su mano retiraba el pelo de mis orejas un nuevo viento cargado de arena. Atada para siempre a una marea que sube y baja me encontré aturdida por el sonido de su efervescencia. Una espuma cubría los cortos centímetros del final de mi viaje, mientras tu perfil rotaba poniendo frente a mí unos ojos que podrían haber sido los de cualquiera y tu llamado fue despacio tragado por el mar. Cuando me preguntó si me quería ir con él, un último rastro de fuerza salió de mí para mirar en tu dirección, pero a la espera del silencio un desastre natural transformaba mi destino. No era el mío, no era el tuyo.

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